Hay un video de hace ocho años donde un papá trata de hacer un sándwich de mantequilla de maní siguiendo las instrucciones exactas de su hijo.
"Pon mantequilla de maní en el pan," dice el niño.
El papá toma el frasco cerrado y lo pone encima del pan.
"¡No papá! ¡Ábrelo primero!"
"Pero no me dijiste que lo abriera."
Este video se volvió viral mucho antes de que existiera ChatGPT. Pero nos enseña algo crucial sobre el futuro que ya estamos viviendo.
No sabemos dar instrucciones.
Damos por sentado miles de pasos intermedios que para nosotros son "obvios." Asumimos contexto. Saltamos conexiones lógicas. Esperamos que el otro "entienda lo que queremos decir."
Hoy le decimos a la AI: "Hazme algo más moderno."
¿Moderno cómo? ¿Según qué estándar? ¿Para qué audiencia? ¿En qué contexto?
Le decimos: "Cambia el vibe de esta página."
¿Qué parte del vibe? ¿Hacia dónde? ¿Conservando qué elementos?
Estamos en la dinámica del papá con el sándwich, esperando que la máquina "entienda" lo que obviamente queremos decir.
Dicen que el lenguaje natural será el nuevo lenguaje de programación. Y es cierto.
Pero asumimos que como hablamos "naturalmente" todos los días, ya sabemos hacerlo bien.
Hablar con otros humanos y dar instrucciones precisas a una máquina son habilidades completamente diferentes. Los humanos llenan los vacíos, interpretan el contexto, leen entre líneas.
Las máquinas no.
Y mientras más poderosas se vuelven estas herramientas, más costosos se vuelven nuestros errores de comunicación.
Cuando las herramientas realmente inteligentes lleguen, no habrá un niño riéndose para corregirnos.
Habrá deadlines. Clientes. Presupuestos.
Y nosotros, frustrados, culpando a la AI por no "entender" instrucciones que nunca aprendimos a dar.
La habilidad más valiosa del futuro no será dominar la tecnología.
Será aprender a traducir nuestra intención en lenguaje preciso.
¿No deberíamos empezar a practicar ahora?