El correcaminos digital

Código Humano Fuente original

Esta mañana mientras nos organizábamos, Violeta y yo vimos un capítulo de El Coyote y el Correcaminos. Entre risas, me di cuenta de algo: estamos viviendo ese mismo dibujo animado, pero con la IA como protagonista.

Beep beep. La inteligencia artificial avanza a una velocidad vertiginosa mientras nosotros, como el Coyote, corremos detrás de los cursos rápidos de prompt engineering, las noticias, las tendencias, los tutoriales, las automatizaciones y claro, la angustia por si nuestro trabajo es el siguiente en la línea a desaparecer.

Y justo cuando creemos dominar ChatGPT, aparece una nueva versión más potente. Apenas aprendemos a distinguir una imagen generada, surgen videos indistinguibles de la realidad. El polvo del camino ni siquiera se asienta antes del siguiente avance.

La asimetría es evidente. Pasamos horas aprendiendo a usar una herramienta que quedará obsoleta en meses. Es física elemental: nunca la alcanzaremos así.

Como ese momento en que finalmente dominaste el arte de escribir prompts perfectos para generar imágenes, creaste un portafolio impresionante, y al día siguiente apareció una nueva herramienta que hace videos completos con una simple frase. Ahí estás, suspendido en el aire como el Coyote, sosteniendo tu manual de prompts mientras miras hacia abajo al abismo de la obsolescencia. Y sí, viene el inevitable ¡CRASH!

Pero quizás estamos planteando mal la cuestión. El Coyote nunca se pregunta por qué persigue al Correcaminos. Nunca considera que podría hacer algo diferente con su ingenio, más allá de comprar el último gadget ACME.

Nosotros tampoco nos detenemos a preguntar: ¿qué buscamos realmente en esta carrera? ¿Dominar cada herramienta que aparece? ¿O es el miedo a quedarnos atrás lo que nos impulsa?

En cada episodio, el Coyote vuelve a levantarse. No porque sea ingenuo, sino porque encuentra significado en el intento mismo.

Coyote creado pro ChatGPT

Ahí está nuestra lección. El Correcaminos nunca fue el premio. Nunca lo ha sido.

Quizás la verdadera innovación no está en alcanzar la tecnología más veloz, sino en recordar que nosotros dibujamos el camino. Podemos reescribir las reglas del juego, cambiar de dirección o incluso decidir correr junto a la IA en lugar de perseguirla.

A fin de cuentas, el Coyote nunca se pregunta: ¿qué pasaría si dejara de perseguir y empezara a crear?

Beep beep.

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