En este momento, vivimos una convergencia extraordinaria: el descubrimiento de un nuevo exoplaneta que recuerda al mundo natal de Luke Skywalker, el reciente estreno de la segunda temporada de Andor, y la llegada del 4 de mayo— el Día de Star Wars (un juego de palabras que ha perdurado décadas: "May the Fourth be with you").
Es una rara fusión de ciencia ficción, astronomía y cultura pop. Una oportunidad única para despertar imaginaciones, inspirar curiosidad y movilizar a hacia la importancia de una formación STEAM.
Enfrentamos una crisis educativa sin precedentes. En Estados Unidos, solo el 38% de los estudiantes de cuarto grado son competentes en ciencias. En Colombia, el panorama es aún más alarmante: tasas de repitencia del 8.3% en primaria. En toda Latinoamérica, el 64% de los niños no comprenden textos simples.
¿Y si la respuesta no fueran mejores libros de texto sino mejores historias?
Esta es la pregunta que debería obsesionarnos.
El padre de la cohetería moderna se inspiró en Julio Verne. La reacción nuclear en cadena surgió de una mente influenciada por H.G. Wells. El inventor del teléfono móvil portátil le da crédito al comunicador de Star Trek.
Las historias que contamos se convierten en los futuros que construimos. Imagina un aula donde los estudiantes puedan conversar con Capitán Nemo o entrevistar a Marie Curie a través de la IA. Donde la tecnología transforme la atención en curiosidad.
La ciencia ficción y fantasía no solo son un mercado: es un ejército de mentes listas para ser inspiradas.
En Colombia existen más de 270 iniciativas STEM aisladas. La IA podría ser el tejido conectivo que las una, permitiendo a cada niño co-crear historias donde él mismo resuelve problemas científicos junto a sus héroes de ficción.
No necesitamos más consumidores de tecnología. Necesitamos creadores con propósito.
Todo comienza con un simple "¿qué tal si?"
¿Qué tal si la tecnología que tanto nos preocupa fuera la misma que reavivara el amor por la ciencia?
La brecha entre imaginación e innovación no es tan amplia como pensamos.
¿Y si dejáramos de tratar la cultura popular como enemiga de la educación y comenzáramos a verla como la puerta de entrada?
La respuesta ya existe en cada niño que mira las estrellas y se pregunta qué hay más allá.