Hay algo curioso en la forma en que buscamos recetas. Queremos el manual secreto, la fórmula exacta, el checklist definitivo. Como si la creatividad fuera una lavadora con botones preconfigurados.
La imagen que circula en LinkedIn promete justamente eso: estructura, orden, un esqueleto rígido para domar a la máquina. "Sigue estos pasos y obtendrás magia garantizada."
Pero aquí está la trampa.
La magia no vive en las casillas de colores.
Nunca vivió.
La magia ocurre cuando nos atrevemos a probar, a equivocarnos, a ajustar una y otra vez. Cuando aceptamos que una conversación real es más poderosa que un formulario perfecto.
Un buen prompt no es un contrato legal. Es más como una conversación con alguien que piensa diferente. No necesitas marcar “role, task, context, reasoning,output format y stop conditions” cada vez, del mismo modo que no necesitas un guion cuando pides un café.
Lo que necesitas es claridad de intención y apertura al descubrimiento.
La obsesión por las "plantillas perfectas" nos distrae de lo esencial: la IA no es una copiadora automática de reglas. Es un espejo que refleja la precisión (o la confusión) de lo que pedimos.
Y ese reflejo mejora cuando nos atrevemos a iterar, no cuando seguimos un mapa rígido.
La próxima vez que te sientas tentado a copiar esa anatomía colorida, pregúntate si realmente necesitas una jaula.
O si lo que buscas es una brújula.
Porque al final, los prompts más poderosos no son los que caben en un diagrama.
Son los que nacen de la claridad de lo que queremos explorar.