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Análisis y comentarios sobre la evolución de la inteligencia artificial.

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Actualizado 9 sept, 00:00
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martes, 2 de septiembre de 2025

Tecnohumanismo
Código Humano

Nueva York, 1920. Un anuncio en el Times promete la solución definitiva contra las cucarachas.

Por cinco dólares, recibes un paquete con dos piedras comunes y una nota: "Coloca la cucaracha sobre la Piedra A. Golpéala con la Piedra B. Limpia"

Era una estafa brillante. Vendió la acción más básica del mundo como si fuera innovación revolucionaria.

Y funcionó.

Porque las mejores mentiras siempre envuelven verdades obvias en promesas imposibles.

Clark Stanley lo sabía en 1893. Extraía aceite de serpientes vivas frente a multitudes asombradas, prometiendo curar todo desde artritis hasta calvice. Cuando analizaron su linimento, encontraron aceite mineral, grasa de res y pimienta roja.

Ni una gota de aceite real.

Pero el show. El espectáculo. Los testimonios pagados. La urgencia artificial.

Todo eso era real.

Hoy no vendemos aceite de serpiente.

Vendemos "automatización total con IA."

Mismas demostraciones espectaculares. Mismos testimonios fabricados. Mismas promesas grandiosas.

"Genera 200 posts con un solo prompt."

"Automatiza completamente tu marketing."

"Ingresos pasivos garantizados."

La tecnología cambió. Las tácticas, no.

El aceite chino original sí funcionaba. Tenía omega-3, aliviaba el dolor real. Pero los oportunistas lo copiaron mal, vendieron la imitación, arruinaron la reputación del original.

La IA también funciona. Para tareas específicas. Con expectativas realistas. Cuando amplifica capacidades humanas en lugar de reemplazarlas.

Pero eso no se vende tan bien como "revoluciona tu vida sin esfuerzo."

Los puedes identificar fácilmente.

Copian. Traducen. Pegan.

Como si en la era del internet no importara citar fuentes. Como si nadie fuera a notar que su "curso exclusivo" es la traducción literal del tutorial gratuito de alguien más.

Siguen enseñando que "el rol es lo más importante en un prompt."

Actuando como "especialista en IA" cuando la industria ya migró al contexto. Es como ver a alguien vendiendo mapas de papel mientras el GPS está en cada teléfono.

Es fácil distinguir quién está jugando a conocer la IA de quién realmente la está estudiando.

Uno repite fórmulas obsoletas.

El otro admite que está aprendiendo.

La próxima vez que alguien te prometa que su método secreto revolucionará tu negocio, pregúntate:

¿Dónde aprendió esto que no puedo aprender gratis?

¿Por qué su información suena como traducción automática de contenido que vi en inglés hace tres meses?

La diferencia entre un experto real y un vendedor de aceite de serpiente no está en lo que saben.

Está en lo que admiten que no saben.

Yo mismo sigo aprendiendo cada día.

Dos piedras

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jueves, 3 de julio de 2025

Micropost
Euro News

El torneo más tradicional del tenis quebró una tradición centenaria. Por primera vez en su historia, Wimbledon eliminó a sus característicos jueces de línea para usar inteligencia artificial que determina si la pelota está dentro o fuera de la cancha.

La tecnología Hawk-Eye utiliza hasta 18 cámaras e IA para rastrear la pelota con precisión de tres milímetros. Los cuestionamientos de los jugadores no van dirigidos a la precisión de las decisiones, sino a aspectos más humanos: Yuan Yue se quejó de que el volumen es muy bajo para escuchar las llamadas, mientras que tanto Fognini como Alcaraz señalaron la falta de teatralidad. Una ex-jueza comentó que "la voz suena como si no estuviera segura".

El cambio refleja la tensión entre precisión técnica y experiencia humana en el deporte. Mientras la IA puede ser más precisa, los jugadores extrañan el drama y la presencia humana que tradicionalmente acompañaba cada llamada. La pregunta permanece: ¿es suficiente la precisión técnica o también importa cómo se comunica?

Wimbledon

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martes, 1 de julio de 2025

Tecnohumanismo
Código Humano

Más fácil contar respuestas automáticas que frustraciones reales. Más fácil celebrar el 90% de casos resueltos que lidiar con el 10% que se rindió.

Y ahí está el problema. No sabemos diseñar experiencias. Sabemos implementar tecnología.

La diferencia es enorme.

Una experiencia empieza antes de que el cliente hable con nosotros y termina mucho después de que cuelgue el teléfono. Incluye sus expectativas, sus miedos, su contexto, su urgencia.

La tecnología solo ve datos. La experiencia ve personas.

Cuando implementamos IA para "mejorar el servicio al cliente", medimos velocidad de respuesta, casos cerrados, tiempo promedio de resolución. Números que se ven bien en un dashboard.

Pero no medimos cuántos clientes se sintieron escuchados. Cuántos confiaron en que realmente entendimos su problema. Cuántos recomendarían trabajar con nosotros.

Porque eso es más difícil de medir.

La inteligencia artificial debería ser el copiloto, no el piloto. Debería darle al humano más contexto, más opciones, más poder para resolver problemas únicos.

En lugar de eso, la usamos para reemplazar la conversación humana. Para automatizar la empatía. Para estandarizar lo que por definición no se puede estandarizar.

Y cuando falla - porque va a fallar - no hay nadie del otro lado que pueda improvisar. Que pueda salirse del proceso. Que pueda decir "esto es diferente, hagámoslo diferente".

Ayer intenté hacer check-in con una aerolínea. Su WhatsApp prometía atención rápida. Tres horas después, seguía escribiendo a un bot que insistía en que podía transferirme con un agente humano. Cuando finalmente llamé a la línea telefónica, nunca contestaron.

Mi vuelo era en 12 horas. Mi problema, real. Su sistema, ocupado midiendo cuántos mensajes respondió automáticamente.

Clientes que se van no porque no resolvimos su problema, sino porque los hicimos sentir como un ticket más en una cola infinita.

¿Cuánto vale esa confianza perdida?

No lo sabemos. No lo medimos. No aparece en el reporte mensual.

Pero sí se siente. Cada vez que alguien dice "mejor busco otra empresa".

Frustración