Nueva York, 1920. Un anuncio en el Times promete la solución definitiva contra las cucarachas.
Por cinco dólares, recibes un paquete con dos piedras comunes y una nota: "Coloca la cucaracha sobre la Piedra A. Golpéala con la Piedra B. Limpia"
Era una estafa brillante. Vendió la acción más básica del mundo como si fuera innovación revolucionaria.
Y funcionó.
Porque las mejores mentiras siempre envuelven verdades obvias en promesas imposibles.
Clark Stanley lo sabía en 1893. Extraía aceite de serpientes vivas frente a multitudes asombradas, prometiendo curar todo desde artritis hasta calvice. Cuando analizaron su linimento, encontraron aceite mineral, grasa de res y pimienta roja.
Ni una gota de aceite real.
Pero el show. El espectáculo. Los testimonios pagados. La urgencia artificial.
Todo eso era real.
Hoy no vendemos aceite de serpiente.
Vendemos "automatización total con IA."
Mismas demostraciones espectaculares. Mismos testimonios fabricados. Mismas promesas grandiosas.
"Genera 200 posts con un solo prompt."
"Automatiza completamente tu marketing."
"Ingresos pasivos garantizados."
La tecnología cambió. Las tácticas, no.
El aceite chino original sí funcionaba. Tenía omega-3, aliviaba el dolor real. Pero los oportunistas lo copiaron mal, vendieron la imitación, arruinaron la reputación del original.
La IA también funciona. Para tareas específicas. Con expectativas realistas. Cuando amplifica capacidades humanas en lugar de reemplazarlas.
Pero eso no se vende tan bien como "revoluciona tu vida sin esfuerzo."
Los puedes identificar fácilmente.
Copian. Traducen. Pegan.
Como si en la era del internet no importara citar fuentes. Como si nadie fuera a notar que su "curso exclusivo" es la traducción literal del tutorial gratuito de alguien más.
Siguen enseñando que "el rol es lo más importante en un prompt."
Actuando como "especialista en IA" cuando la industria ya migró al contexto. Es como ver a alguien vendiendo mapas de papel mientras el GPS está en cada teléfono.
Es fácil distinguir quién está jugando a conocer la IA de quién realmente la está estudiando.
Uno repite fórmulas obsoletas.
El otro admite que está aprendiendo.
La próxima vez que alguien te prometa que su método secreto revolucionará tu negocio, pregúntate:
¿Dónde aprendió esto que no puedo aprender gratis?
¿Por qué su información suena como traducción automática de contenido que vi en inglés hace tres meses?
La diferencia entre un experto real y un vendedor de aceite de serpiente no está en lo que saben.
Está en lo que admiten que no saben.
Yo mismo sigo aprendiendo cada día.