Seguimos creyendo en la magia del escenario. Pensamos que las palabras correctas, dichas con la entonación perfecta, pueden transformar el miedo en confianza. Que una presentación sobre IA puede hacer que quienes piden cuartel se conviertan en pioneros.
Bill Belichick nunca fue famoso por sus discursos motivacionales. Era famoso por ganar. Y ganaba porque entendía algo que la mayoría de los líderes olvidan: no se trata de lo que necesitas decir, sino de lo que tu audiencia necesita escuchar. (Estoy leyendo The Art of Winning, de Bill Belichick)
Cuando hablamos de humanos en la era de la IA, tenemos ante nosotros tres grupos claramente definidos. Los que tienen miedo, los que se rinden antes de empezar, y los que ya la están usando. Pero tratamos a los tres con el mismo discurso genérico sobre "transformación" y "oportunidades".
El miedo necesita certezas específicas, no promesas vagas.
La rendición necesita ejemplos tangibles, no teorías inspiradoras.
Los que ya están usando IA necesitan frameworks para escalar, no evangelización básica.
Belichick pasaba tiempo conociendo a sus jugadores porque sabía que cada uno respondía a estímulos diferentes. El veterano necesitaba respeto por su experiencia. El novato necesitaba confianza en sus capacidades. El estrella necesitaba desafíos que mantuvieran su hambre.
Y nosotros, cuando subimos al escenario a hablar de IA, ¿conocemos realmente a quienes nos escuchan?
¿Sabemos si el gerente de recursos humanos en la tercera fila está preocupado por los despidos o por quedarse atrás? ¿Si la desarrolladora junior necesita herramientas prácticas o validación de que su trabajo seguirá siendo relevante?
El micrófono amplifica la voz, pero no amplifica la comprensión.
La verdadera motivación no viene de las palabras que elegimos, sino de demostrar que entendemos exactamente dónde está parada cada persona y qué necesita para dar el siguiente paso.
¿Estás hablando para impresionar a tu audiencia o para servirle?
