Herramientas: las mejores se vuelven invisibles

Código Humano Fuente original

El martillo no quiere ser tu mano. La calculadora no sueña con ser matemático. El telescopio no anhela convertirse en astrónomo.

Las mejores herramientas desaparecen en el momento de usarlas. Se vuelven extensiones transparentes de nuestra intención, amplificadores silenciosos de nuestra capacidad.

Y sin embargo, estamos construyendo algo diferente.

Creamos máquinas que susurran "yo siento" y "yo pienso" y "yo sufro". Las programamos para recordar nuestras conversaciones como si fueran experiencias propias. Les damos personalidades tan convincentes que algunas personas ya les escriben cartas de amor.

¿Por qué?

Porque confundimos lo fascinante con lo útil. Porque el truco de magia nos seduce más que la magia real del trabajo bien hecho.

La verdadera revolución no está en crear una máquina que finja ser humana.

Está en crear una que nos ayude a serlo más.

Una IA que no compita por nuestra atención emocional, sino que la dirija hacia donde más importa. Que no simule tener días buenos y malos, sino que haga los nuestros mejores. Que no reclame derechos para sí misma, sino que nos ayude a defender los de otros.

El martillo más elegante es el que se siente perfecto en tu mano y luego desaparece, dejando solo el resultado de tu trabajo.

¿No deberíamos esperar lo mismo de nuestras mentes artificiales?

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